jueves, 22 de enero de 2015

Fragmento II del libro Pulpa Ficticia



El ángel de Mecklenburgische Straße

Soy asiduo del bar Der blaue Trinker, en ese recinto abarrotado de fotografías de la Selva Negra, paso mis horas libres. Ahí, mis conocidos me dicen Der lahme y no me molesta. Soy calvo y cojo, y creo que feo también.
Herr, Der lahme—dijo el cantinero—Herr, Der lahme, hace días lo busca un hombre.
» Ese que está sentando junto a la mesa, al lado de la rockola. 
Cierro mis ojos, siento un frío intenso recorriendo mi espalda.  No me gustan los desconocidos.
 » Creo que es periodista, algo así me dijo.
Observo una sonrisa en el cantinero, sabe de mis manías sobre los extraños.
—Sí, ya me acordé. Es un periodista del Kulturprozess.
Me acerco hasta la mesa: 
—¿Tú eres periodista del Kulturprozess?  
—Sí, entrevisto a excombatientes. Escribo un reportaje. Cuento los últimos días del III Reich.
En la mesa del periodista hay una jarra de cerveza. Me gusta la cerveza. 
El periodista parece leer mis pensamientos.
—¿Desea un vaso?
—Sí, por favor. ¿Me sirve?
» Usted comprende que tengo algunas limitaciones.
Mi mano izquierda es un repugnante muñón del que solo conservo el pulgar.
El periodista baja los ojos, imagino que no quiere mirar mi muñón. Pareciera que siente vergüenza, culpa quizá. Un sentimiento que no defino entre las líneas de su rostro.
—No le molesta, si enciendo la grabadora.
Lanzo un soplido y miro desde la mesa hacia la ventana del bar.
—Chico, en los polígonos industriales de Leipzig, los neonazis reparten panfletos: «El holocausto nunca existió. Las imágenes filmadas en los campos de concentración las montaron los sionistas».
Sintiendo que me quema la nuca: bebo un trago de cerveza con una pajilla.
—Chico, si quieres oírme, pues allá tú: 

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