martes, 3 de febrero de 2015

Extracto del libro: Pulpa Ficticia



(De venta en www.amazon.com)


El año de la catástrofe

En la puerta principal, el mayordomo frota la parte posterior de su cuello:
―El patrón regresó de Cañete―dice el mayordomo.
 Visitación, la cocinera, se persigna. Ay, Cristo de Pachacamilla, llegó mandinga. Y ahora, no está la patrona. Virgen santa, dale paz al señor―dice susurrando la cocinera―. Otra vez lamentos de lechuza por la noche.
Requena cruza la puerta sin mirarlos. Visitación cree que ha estado llorando, quizá está borracho.  Pobre alma.
Apenas Requena abre la puerta de su estudio, arroja un sombrero al suelo. Lo primero que ve, son las pinturas de sus hijos. Aquí estoy solo. Mi mujer y los niños, en Londres. La entiendo, estoy maldito.
Camina en círculos por el estudio; un temblor domina su mandíbula.
De pronto, él estira sus brazos hasta una mesa en la que hay una copa. Con un cerillo quema el terrón de azúcar de la cucharilla de absenta. Adoro el ajenjo, es lo único que calma el temblor de mi mandíbula. Se arroja en una tumbona y sus pensamientos vuelan hasta un cielo celeste…
Piura, 1881, al norte del Perú
Requena, descalzo sobre las lascas de la estación de trenes, mira el sol sobre las ventanas.
A lo lejos oye el traqueteo de un tren, él supone que debe de ser la locomotora que trae a las tropas chilenas. Requena ve un humo negro que se acerca, y un ardor empieza a recorrer sus tripas.   Hoy no hay un alma cerca. Ricos cobardes. Ningún señorón peleará contra los chilenos. Escondieron sus libras en las cuevas de Morropón. Si mandase, sería diferente. Mataría a los chilenos.
Requena frota su nariz con el pulgar, el humo de la locomotora lo envuelve:
—Muchacho, muchacho—grita un hombre de pantalones rojos.
El hombre se acerca hasta Requena.
—¿Qué haces, aquí? ¿No deberías de estar con tus padres?
—Soy huérfano, las autoridades cerraron el hospicio donde vivía. En Catacaos…
—…sí—dijo el soldado—. No pregunté tanto. Solo lárgate de aquí.